viernes, 2 de abril de 2010

Y el infinito nos convierte en números irracionales

Yo también soy un poco Mattia y un poco Alice, más Alice que Mattia. Alice con su insoportable necesidad de sentirse aceptada, con su certeza de haber hecho todo mal y el temor a ser descubierta, como antes del accidente o como en la escena del water.
Pero yo no creo que seamos números primos, quizá Mattia sí, él se parece más a un número primo. Alice no, Alice es como yo: divisible por uno y por infinitos más, tantos como nos miran. Sin embargo, me vi en Mattia más que en nadie en aquel momento, cuando mira y no encuentra nada de sí mismo alrededor y se da cuenta de que todo a lo que puede aspirar es a la complicidad que nace del contacto continuo, si eso se esfuma ya no queda nada, te has desvanecido. Por eso se va, porque ha dejado de tener sentido, porque todo se ha perdido ya.
La contraportada viene a decir que son así porque quedaron marcados en su infancia pero no es verdad. Uno no es así por algo en particular, es algo más profundo, eso viene de adentro y no se puede explicar, simplemente se es así, puede que con el paso del tiempo se acentúe más o menos según lo que nos toque vivir, pero la raíz no es un hecho, el hecho es sólo la excusa. Lo sé porque lo he visto.

Los números pares
no encontraban sus lugares
y los impares parecían números naturales.
Los decimales sugerían que no eramos normales
y el infinito nos convierte en números irracionales
y no hablaremos de los números primos que sólo se dividen por uno o por ellos mismos

Ivan Ferreiro